Sophia - Despliega el Alma

POR Miguel Espeche - Columnistas

23 junio, 2021

Parejas saturadas por la pandemia

Compartir más tiempo en casa atentó contra muchas convivencias y profundizó, en algunos casos, los problemas preexistentes. Claves para encontrar el espacio necesario y no asfixiarse (ni asfixiar al otro) en tiempos de salidas restringidas.


Fotos: Pexels. 

Horas y horas juntos a causa de los reiterados confinamientos y el trabajo en casa. Una gran sobredosis de presencia y de rutinas compartidas durante las 24 horas del día… Ese es el escenario de muchas parejas que, desde hace ya casi un año y medio, vienen llevando un estilo de vida que influye en su mundo emocional.

Dicen que toda relación es de a tres. Uno, otro y el espacio que existe entre ambos. Por si no se entiende del todo, aclaremos: el tercero en la ecuación es el espacio del “medio” que existe entre ambos miembros de la pareja y sin el cual la relación no existiría. Como es de imaginar, parte de ese espacio que hace de puente, pero a la vez separa, entra en crisis cuando los días pasan y pasan y los momentos se vuelven a veces “pegajosos”, por ser compartidos en una proporción sustancialmente superior a la de antaño.

Las palabras que describen la situación suelen ser “aburrimiento”, “hartazgo”, “cansancio”, “saturación”, “falta de oxígeno”, entre otros. Obviamente, también hay aspectos más gratos o maneras menos saturadas de vivir la situación, pero hoy queremos abocarnos al aspecto más difícil de la convivencia en esta circunstancia tan particular.

¿Juntos o apelmazados?

La sub estimulación de una vida encorsetada, con chicos tratando de estudiar por Zoom, ambientes domésticos superpoblados y la vivencia desangelada del estar juntos y apelmazados, genera un paisaje emocional que no necesariamente es crítico, pero sí es árido en muchos casos. Claramente, se intensifican así los problemas preexistentes, pero aun aquellas parejas bien avenidas sienten ese sordo agobio que tiñe todo, inclusive los vínculos más entrañables.

«Parte de ese espacio que hace de puente, pero a la vez separa, entra en crisis cuando los días pasan y pasan y los momentos se vuelven a veces ‘pegajosos’, por ser compartidos en una proporción sustancialmente superior a la de antaño».

La energía de una relación se da a partir de un movimiento dinámico y no de un estar estático. Como el agua, cuando circula se oxigena y purifica, y al quedarse quieta se estanca y permite que se desarrollen en ella elementos que no favorecen su pureza.

Los afectos son sentidos a partir de ese movimiento que implica algo parecido a la respiración (inspirar, expirar) o al movimiento de sístole y diástole del corazón. Una mano posada en el hombro puede ser algo grato y cariñoso al principio, pero si perdura allí quieta puede transformarse en un estorbo o, más aún, puede pasar desapercibida una vez que se pierde la sensibilidad del contacto porque… ya no se trata de contacto, sino que se confunde esa sensación con el propio hombro sobre el cual se posa. Es que la percepción sensorial requiere de algún nivel de contraste para ser, justamente, una percepción. Cuando no hay contraste los circuitos se saturan y se pierde la noción de separación, el espacio del medio que, paradojalmente, permite sentir la unión.

Ante esta realidad no conviene asustarse demasiado, ya que es comprensible que exista aburrimiento y sensaciones afectivas embotadas y lánguidas a partir de una vida saturada y sin “sístole y diástole” que le de movimiento a los afectos. En tal sentido, un ejemplo de lo que decimos es que la sexualidad, al menos en lo que hace a los comentarios de muchas parejas, ha mermado o, en todo caso, no ha aumentado lo que se podría haber supuesto a partir de cambio de horarios y una mayor presencia cotidiana. Es que el embotamiento sensorial también afecta al erotismo, debido a que este se asocia a un “ir llegando” y, en tiempos de cuarentena, no hay que llegar a ningún lado porque ya se está allí.

«Cuando no hay contraste los circuitos se saturan y se pierde la noción de separación, el espacio del medio que, paradojalmente, permite sentir la unión».

Es posible que, en el futuro no tan lejano, y vacunas mediante, de a poco se vayan restaurando algunas cosas de la vida anterior, si bien muchas personas optarán por trasladar definitivamente a la casa sus tareas, con el desafío afectivo que eso significa.

Es allí que, más que antes, habrá que estar despabilado para recordar que el cortejo es parte importante del encuentro, y que, con cuarentena o sin ella, conviene entender que hay que nutrir y honrar ese tercer participante de la relación que es, repetimos, el espacio que existe en el medio y que permite el juego, la circulación del oxígeno afectivo y la imprescindible conciencia de que el otro es otro, y no parte (un anexo) de uno mismo.

Es importante saber que el aburrimiento y la sensación de saturación no responden a la falta de energía, sino a una gran cantidad de la misma que, sin embargo, está estancada y acumulada.

Está en la creatividad de cada uno encontrar la forma de que esa vitalidad apelmazada empiece a circular, para poder sentir las caricias, las palabras y las situaciones con algo más de luz y color, y no hacérsela fácil al aburrimiento gris que hace olvidar lo más grato de la vida compartida.

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