Sophia - Despliega el Alma

POR Cristina Miguens - Columnistas

17 octubre, 2023

Motosierra y misiles: imágenes de un mundo perdido

Mientras Javier Milei pregona un mensaje mesiánico para ganar las elecciones y el grupo HAMAS asesina civiles inocentes en Israel, nos enfrentamos como humanidad a una pregunta fundamental: ¿cómo dar a luz una nueva imagen de Dios?


En sus actos de campaña, Javier Milei canta Panic show, una canción de La Renga reversionada. “¡Hola a todos!” brama desde el escenario. “Yo soy el León. (…) Soy el rey y te destrozaré, toda la casta es de mi apetito”. Sus seguidores fanáticos gritan enardecidos “¡ruge el león!”. Ese grito de guerra alude a un posteo de Milei: «Si el León ruge, ¿quién no temerá?”, donde se apropia de una cita del profeta Amos en que Dios mismo viene para el juicio final. 

Milei debe mucho de su popularidad a un discurso místico religioso. Como consta en el libro El loco (Planeta), el candidato de  La Libertad Avanza (LLA) admite que recibe mensajes de “el Uno” y se identifica con el León, un símbolo bíblico relacionado con el poder y la protección divina, sinónimo de realeza.

Su mensaje anarcocapitalista busca irresponsablemente rememorar el dramático 2001, banalizando la crisis de entonces, y la actual, al son del “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. En el cierre de su campaña de las PASO en el Movistar Arena, redobló la apuesta: repitió ese himno nihilista y mostró en pantalla gigante un video con imágenes apocalípticas. Al sonido del shofar, un instrumento litúrgico judío, le siguieron  estallidos de bombas con hongos nucleares y derrumbes de edificios. Ese es el esperanzador anuncio de Milei.

Cuando es ovacionado en un acto, el pastor eleva los ojos al cielo y junta las manos en señal de estar en profunda comunión con el “Uno”. Él es el mesías salvador y el héroe liberador. En las entrevistas cita ―con una sonrisa sobradora― un texto del Segundo Libro de los Macabeos: «En una batalla, la victoria no depende del número de soldados, sino de las fuerzas del cielo». Y concluye: “Dios es libertario”. 

La apropiación de los símbolos avanza. Si el león se transformó en la identidad del espacio LLA, “las fuerzas del cielo” es el slogan político e instrumento de marketing en las redes y en las gorras negras. Milei, que dice estudiar La Torá y tiene a un rabino como referente espiritual, debería ser más consistente al elegir las citas, ya que el libro de los Macabeos no pertenece a la Biblia judía, sino que está en el AT de la Biblia católica (religión que Milei hoy rechaza).

Por otra parte, y como es obvio, la liberación a la que se refiere la lucha de los judíos al mando de Judas Macabeo, ciertamente no es la libertad económica. El pueblo judío, acosado por el helenismo que pretendía imponerle sus dioses, lucha por su libertad religiosa, no por el “dios Mercado”. Dios no se ocupa del dinero. “Vendrán muchos en mi nombre”, dijo Cristo.

Un falso mesías

La consistencia no es precisamente una virtud de Milei, que después de las PASO reculó en chancletas con sus principales promesas de campaña. Mentiras de un impostor. Pero de todas sus simulaciones, la pretensión mesiánica es la más peligrosa para un pueblo acostumbrado a esperar todo del «dios Estado»; una figura patriarcal todopoderosa de quien se esperan milagros que vienen “de los cielos”, nunca de la racionalidad y del esfuerzo. Pero esta vez delegando, no solo el poder, sino también la responsabilidad y la moral propias. Incluidos nuestros valores democráticos de respeto al que piensa distinto, de empatía con los más carenciados. Fin de principios como la tolerancia, la solidaridad y la paz. Toda la libertad entregada al líder guerrero.

Erich Neumann, psicólogo israelí y para muchos el más brillante discípulo de Carl G. Jung, en su libro Psicología profunda y nueva ética escrito en 1949 luego de los horrores del Holocausto, analiza el problema del mal y la necesidad imperiosa de asumir la responsabilidad individual con el bien común, algo que el proceso de masificación impide promoviendo los fanatismos. 

“La liberación del individuo de los problemas morales y la aceptación de la responsabilidad por parte de la colectividad está en la base de todo movimiento colectivo. Este carácter liberador ha tomado hoy principalmente forma política, pero no es difícil reconocer cómo y hasta qué punto la política es aquí “opio para el pueblo” y un sustituto de la religión (…) La figura del líder queda identificada con la del salvador, con la personalidad-mana del inconsciente colectivo, y se instituye una doctrina como doctrina de salvación. Con la aceptación de esta doctrina la consciencia del individuo como fuente de decisiones morales resulta abolida”. (1)

Un mes después del show apocalíptico de Milei, al grito de “Allahu Akbar”, o sea “Dios es grande”, se produjo la invasión terrorista de HAMAS en el territorio de Israel y una infame masacre de inocentes civiles. Mujeres violadas, niños y ancianos secuestrados y asesinados, bebés degollados, jóvenes acribillados después de un recital. Las imágenes del horror, filmadas y subidas a las redes por los terroristas palestinos, hicieron gala de un verdadero panic show. La realidad superando toda ficción. Para no dejar dudas de que su dios es un dios guerrero, el líder supremo religioso de Irán, el ayatolá Alí Khamenei celebró la masacre terrorista cometida por Hamas: “Besamos las manos de quienes planearon el ataque a Israel”.

Estas afirmaciones en pleno siglo XXI desafían toda racionalidad y para su comprensión requieren incluir una dimensión arquetípica y espiritual que C.G. Jung describió bien. Hay un espíritu diabólico, anunciado en el Apocalipsis como el Dragón Rojo, que se cierne sobre todo Occidente libre y democrático en el nombre de Dios. A fines del siglo XIX (1883) Friedrich Nietzsche, en boca de su célebre Zaratustra, sostuvo que “Dios ha muerto”, afirmación que influenció a todas las filosofías e ideologías del siglo XX. La ausencia de Dios devino en el endiosamiento de líderes que instauraron regímenes totalitarios encaramados en el Estado y desencadenaron guerras y matanzas en el siglo más sanguinario de la historia. Algunos aún subsisten en muchos países del mundo. 

Los vacíos se ocupan

Por eso es importante discernir a qué imagen de Dios responde tanta violencia irracional. Para Edward Edinger, psiquiatra y analista junguiano, el siglo XX es el Sábado Santo de Occidente. La declamada muerte de Dios anuncia un cambio de la conciencia colectiva, una resurrección de su imagen. Porque Dios no puede morir. Lo que puede morir es su imagen, cuando se vuelve obsoleta e ineficaz para la evolución psicológica y espiritual.

Transcurrido un siglo, sumidos en el sinsentido, las depresiones, las adicciones y la violencia, surge una apremiante búsqueda espiritual. Y pululan los falsos profetas y los fanáticos que pregonan una imagen de Dios con motosierra o misiles. Esa representación de la divinidad desafía la evolución de la consciencia colectiva, muy especialmente la de las mujeres, que vivimos una espiritualidad más profunda y amorosa, y que buscamos una imagen femenina de Dios como Madre ―lo que explica la veneración de la Virgen María―. Esa Madre ancestral que, como las diosas de la antigüedad, representa la Fertilidad de la tierra, la Sabiduría y la Justicia. 

El siglo XXI está alumbrando ese nuevo paradigma que es la protección de la Vida, no la apología de la muerte. Y ese cambio requiere también un cambio teológico. Nuestro Dios/Diosa, Padre y Madre, jamás podría decapitar bebés ni amenazar con motosierras, sencillamente porque ya comprendimos que Dios no se manifiesta de esa manera

Israel, en su defensa contra HAMAS, tiene que ganar la guerra sin traicionar sus valores humanistas y para eso debe librar también un combate simbólico y espiritual. Confrontar el terrorismo con una nueva aunque ancestral imagen de Dios que personifica la Sabiduría y la Justicia, arquetipos femeninos en todas las culturas. Esa manifestación divina que estaba con Él “antes de la creación”, como dice el Libro de los Proverbios (Prov.8,22), y que “se despliega con vigor de un extremo al otro y gobierna el universo con acierto” (Prov.8,1).

Tiene razón Milei cuando canta “Yo soy el rey de un mundo perdido”. Ese mundo patriarcal y violento está perdido. Ese dios masculino y guerrero cuyas fuerzas del cielo siembran terror con motosierra y misiles, ha muerto. Renace una nueva imagen divina. Con dolores de parto, llega Sophia a la humanidad. 

(1) Psicología profunda y nueva ética, Erich Neumann, Alianza editorial, Madrid 2007.

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