Sophia - Despliega el Alma

POR Bernardo Nante -

11 enero, 2017

Lo femenino despierta el alma

Una cultura que desvaloriza y desconoce lo femenino no solo discrimina a la mujer, sino que además sufre un detenimiento de su propio crecimiento. Por eso, dice nuestro columnista, necesitamos hacer lugar al eros, ese principio de vinculación “por cercanía” que supone una afectividad “compasiva”.


«Nadie es irreemplazable”, suele decirse habitualmente, si bien ello solo debería aplicarse a un puesto de trabajo o a alguna función utilitaria, pero no al ser humano que somos. Una de las tantas características que nos iguala como seres humanos es que –paradójicamente– somos distintos porque cada uno es único e irrepetible. Si no reconozco la condición única de quien tengo ante mis ojos, es porque no lo reconozco como humano.

Por esto, deberíamos ser cuidadosos a la hora de generalizar. Cuando etiqueto a alguien porque pertenece a tal o cual nacionalidad, etnia, ideología, o por la razón que fuere, estoy desconociendo su condición esencial. Ello no quita, sin embargo –como enseñan la sociología o la psicología– que puedan existir rasgos comunes predominantes. Así, determinados condicionamientos culturales o naturales modifican patrones generales de captación de la realidad y, por ende, de conducta. Por otra parte, el ser humano está en constante cambio y solo captamos una ínfima porción del otro teñida por nuestra propia mirada.

Si lo vemos desde la teoría de Jung, no hay duda de que cada ser humano es único y que el “proceso de individuación” –es decir, el proceso de crecimiento de la personalidad total– nos torna aún más singulares a partir de la apropiación de rasgos o caracteres universales. La persona que crece es aquella que es cada vez más “sí misma” y, sin embargo, comprende más al otro pues ha asumido del mejor modo posible ciertos patrones familiares, culturales y, acaso, universales.

«Una cultura que tiende a desvalorizar (y desconocer) lo femenino no solo se caracteriza –como es obvio– porque discrimina a la mujer, sino que sufre las consecuencias de un detenimiento de su propio crecimiento».

Ahora bien, aunque cada mujer o varón es un ser humano único, parece haber en cada uno caracteres psíquicos predominantes. Cuánto hay de natural y cuánto de cultural en todo ello es algo que es muy difícil de determinar y hasta es posible que en el futuro no tenga vigencia lo que aquí señalamos. No obstante, si dejamos de lado la anterior digresión, Jung sostiene que en el inconsciente de la mujer predomina lo masculino (animus) y en el del varón lo femenino (anima). Asimismo, el proceso de individuación consiste en que el varón integre aspectos femeninos y la mujer, aspectos masculinos. Pero ello no se puede hacer sin una adecuada relación entre ambos y, necesariamente, sin una valoración del otro. Ahora bien, una cultura que tiende a desvalorizar (y desconocer) lo femenino no solo se caracteriza –como es obvio– porque discrimina a la mujer, sino que sufre las consecuencias de un detenimiento de su propio crecimiento. ¿Es posible a partir de todo esto deducir algún rasgo propio y fundamental de lo femenino? Para Jung lo femenino se caracteriza por responder al eros, mientras que lo masculino responde al logos. Dicho en pocas palabras, el eros es un principio de vinculación “por cercanía”; si se quiere, un “eros superior” supone una afectividad diferenciada, “compasiva”.

En este sentido, lo “femenino superior” implica una sabiduría que sabe compadecerse, cuidar, amar lo concreto, lo singular. El logos, en cambio, es un saber “por lejanía”, por distancia; el logos conoce –o aspira a conocer– lo universal, es un conocimiento abstracto. Cuando el logos no respeta el eros, se ve poseído por emociones y se torna en un saber frío y hasta desalmado. Cuando el eros no respeta el logos, se ve sometido a opiniones rígidas, intolerantes. La cultura necesita de ambos, pero pareciera que nuestra mayor carencia es la de un eros diferenciado, la de una compasión que atienda a las necesidades concretas de cada ser humano, de cada ser viviente.

En otras palabras, necesitamos más compasión que conocimiento racional aunque, según lo dicho, el conocimiento se vería fortalecido y reorientado por la compasión. Jung escribió que la espiritualidad del varón es “celeste”, en el sentido de que se interesa por acceder a grandes panoramas de la realidad. Esto último puede ser positivo y necesario, pero se corre el riesgo de caer en lo que Charles Dickens llamaba “filantropía telescópica”, es decir, “veo el mal del mundo, me indigno, lo enuncio, quizás intento ayudar a distancia, pero no me ocupo de lo que está a mi lado, no cuido a mi ‘prójimo’, que comienza con el ‘próximo’”. Y hay más, pues solo si comprendo y vivo la compasión por un ser concreto voy a poder acceder a un conocimiento universal que sea conducente, que sea “bueno”.

«La sabiduría de lo femenino es la que comprende que cada persona, cada animal, cada planta, cada piedra es un fenómeno para ser cuidado no solo con la cabeza sino también con el corazón».

Jung consideraba que el amor es uno de los motores más poderosos, la fuerza por excelencia del destino, ya sea que se vista con los ropajes del deseo instintivo o del afecto espiritual. Esta fuerza se da tanto en el varón como en la mujer pero es una disposición que suele ser más consciente en la mujer. Si bien no hay fórmulas ni recetas, para que esta fuerza despierte y se desarrolle constructivamente, tanto el varón como la mujer deben cuidar con esmero su propia vida interior.

La sabiduría de lo femenino es la que comprende que cada persona, cada animal, cada planta, cada piedra es un fenómeno para ser cuidado no solo con la cabeza sino también con el corazón, pues cada uno es un símbolo real y concreto, un espejo del universo. Como escribió misteriosamente el propio Goethe al final del Fausto: “Lo Eterno Femenino nos lleva a lo Alto”. Antes de aspirar a tan alto destino, cuidemos con paciencia compasiva –y femenina– su pequeño despertar en nuestras almas.

 

(Nota publicada la edición impresa Nº 162 de revista Sophia).

Fotos: Steinar La Engeland // StockSnap.io.

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