
23 diciembre, 2022
Las fiestas y la conciencia social
Muchas personas lo están pasando mal. Y nuestros chicos nos miran, a la espera de ver florecer en nosotros ese espíritu de brindarnos al otro del que tanto les hablamos. ¿Cómo hacer de este tiempo un ejemplo para ellos?
Foto: Pexels.
Termina el año y empezamos a separar juguetes y ropa para regalar a chicos de las familias menos favorecidas. Vamos por la calle con nuestros chicos, ya de vacaciones, y encontramos personas que viven y duermen en un portal. Nos para el semáforo cuando vamos con el auto y un chiquito nos pide plata o algo para comer. Y en esas y muchas otras oportunidades similares nuestros hijos miran… y ven.
Nos preguntan, porque quieren entender. Si para nosotros es difícil comprender la realidad social, todavía es más complejo explicárselas a ellos. Pero no podemos ni debemos hacernos los distraídos, ni esquivar sus preguntas.
¿Cómo responderles? Busquemos las palabras para hacerlo, de modo que no se convierta en un tema más de aquellos de los que los chicos no hablan, como la sexualidad o la muerte. Ellos se dan cuenta de que muchas veces son cuestiones que incomodan a los adultos, pero les siguen rondando la cabeza. Entonces hacen conjeturas, conversan entre ellos, preguntan a otras personas y sacan conclusiones a menudo erróneas.
¿Qué es importante que les quede claro?
En primer lugar, que ellos no tienen las culpa de las diferencias entre esas vidas y las suyas. Que el destino, el azar, o la suerte les permitió nacer en un lugar privilegiado, tener una casa y una cama, alimentos, abrigo, estar cómodos y cubrir sus necesidades, cuando muchas otras personas no lo logran. Pero el bienestar de esas personas no es su responsabilidad.
Que ellos pueden estar tranquilos porque hay adultos (incluidos nosotros) que se están ocupando de ellos. Y, de paso, podemos aprovechar para pedirles que pongan su granito de arena y colaboren cediendo algún juguete en buen estado que ya no estén usando o la ropa en condiciones que les queda chica. Hacerlos participar siempre es una buena idea.
La conciencia social también se enseña
Muchas veces, los chicos se angustian cuando no le damos dinero a quien nos lo pide, no entienden que no lo ayudemos. Expliquemos que queremos que nuestra ayuda sea bien usada y por eso la canalizamos a través de instituciones que trabajan para esas personas que están en la calle. Y una opción puede ser tener siempre a mano algo que sí podamos dar, como alimentos no perecederos, pañales, ropa, leche en polvo.
Es fundamental que en la vida diaria no los carguemos de culpas, como quizás sí hicieron con nosotros nuestros padres: “Comé todo el plato que hay chicos que no tienen qué comer”, “Cuidá tus juguetes que otros chicos no tiene la suerte de tenerlos”. ¿Te suenan esas frases? Es importante saber que ellos van a aprender a ser generosos, a responsabilizarse y a cuidar a los que menos tienen con nuestro ejemplo, no con nuestros discursos y menos todavía con nuestras recriminaciones.
Podemos contarles nuestra experiencia de adultos: que pudimos estudiar, tener un trabajo digno, incluso dar trabajo a otros. Que sabemos que nuestra tarea es colaborar en la medida de nuestras posibilidades para que la gente que no tuvo la misma suerte lo pase mejor, no sólo en las fiestas, sino durante todo el año. Como dice la parábola de los talentos, recibimos mucho y tenemos la responsabilidad de aprovechar eso que recibimos y dar mucho también. Y de enseñarles eso a nuestros hijos.
Compartamos con ellos todas las formas en que nos ocupamos, colaborando con alguna/s ONGs, a veces con dinero, otras con trabajo. Vayamos en familia a construir con Techo para mi país, armemos cajas navideñas para diferentes parroquias y comprometamos a los chicos para que agreguen a esa caja una tarjeta de Navidad, un pesebre, una carta o un dibujo hecho por ellos. Pidamos su ayuda para decorar la caja y que nos acompañen a entregarla, así se sienten parte y ven cuánta gente se moviliza para que todos tengan unas lindas fiestas.
Foto: Pexels.
Fiestas, la gran oportunidad de dar
Hay chicos más observadores y sensibles que se preocupan y se angustian. Y hay otros que parecen no darse cuenta, o da la sensación de no importarles. Es tan importante tranquilizar a los primeros como ayudar a hacer conscientes a los últimos, y comprometerlos para colaborar, pero no a través de la culpa.
A medida que crezcan, los compromisos serán otros. Por ejemplo, los adolescentes de mi zona se juntan, por iniciativa de la parroquia, para llevar bebidas y pan dulce después de las doce a los guardias de las garitas del barrio. Muchos colegios secundarios también tienen en los últimos años el proyecto CAS (creatividad, acción, servicio), en el que los chicos ofrecen horas de servicio a la comunidad y hacen un plan de trabajo que luego realizan para cubrir necesidades de personas de la zona: un hogar de ancianos, una escuela, un merendero…
Cerca de nosotros ellos van a adquirir —o no— la sensación de abundancia que les permitirá compartir, dar, ser generosos. Esa sensación de abundancia, o de suficiencia, no puede enseñarse con “lecciones de vida”, tampoco es objetivamente medible. Se relaciona con una sensación interna de que valemos y podemos, somos queribles, merecedores, capaces, sabemos que vamos a recibir más (regalos caramelos, tiempo) y confiamos que vamos a poder generar más.
Esa sensación interna de abundancia o suficiencia es la que nos permite ayudar desde nuestro verdadero ser, no para que nos quieran, ni para expiar culpas.
Los chicos la van observando en sus padres y la van adquiriendo de su mano. Las personas que no han alcanzado esa sensación interna de abundancia o suficiencia se comportan como la urraca y guardan para sí todo lo que brilla, en un intento de cuidar para un futuro que no ven promisorio. Tienen miedo de que más adelante les falte o de no poder generar nada ellos. ¡Qué importante es que estemos atentos para que nuestros hijos crezcan tanto con esta sensación de abundancia, como con la voluntad de ayudar a otros en la medida de sus posibilidades, hoy y al hacerse adultos!
Los chicos tienen que saber que hoy su tarea es prepararse y formarse para, al crecer, ayudar a que el país prospere. Para que todos los argentinos tengan un trabajo digno y, en lo posible, no haya familias por debajo de la línea de la pobreza. Entonces sí, las fiestas serán más felices para todos.
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