
11 diciembre, 2017
Intimidad, un ingrediente clave para la sexualidad
Inaugurando su nuevo espacio en Sophia, la médica ginecóloga comparte en esta primera columna qué fue lo que le dijo a una de sus pacientes, cuando ella le reveló los detalles de cómo era la vida sexual junto a su marido.
Cada vez que hablo de las cosas que me pasan como médica, mis afectos me dicen: “¡¡¡Florrrrrr, contale tus experiencias a la gente!!!”. Así que hoy quiero compartirles algo muy lindo que me pasó en el consultorio días atrás, cuando una mujer adulta llegó a mí por primera vez. Fue por recomendación de otra de mis pacientes y no me conocía, yo tampoco a ella… La mire, me miró, nos miramos y enseguida se sintió la conexión.
Fue de esas consultas «encuentro» de las que siempre les hablo a quienes ya me conocen. Charlamos mucho y entre todas las cosas que aparecieron durante la conversación, le pregunté con quién vivía. Me dijo que con su marido. Le pregunté si se llevaba bien con él, si estaba contenta. Me dijo que sí, que era su gran amor. Pero hubo una situación particular en la que me quiero detener. Ocurrió cuando le pregunté cómo se sentía con sus relaciones sexuales. Entonces me compartió que no tenían sexo. “A ver si me explico bien, me refiero a si con él intercambian abrazos, caricias, mimos; si se toman de la mano, si tienen diálogos íntimos, si existe entre ustedes una comunicación sincera; si comparten un mate con intención, una película, un buen vino, una mirada; si se emocionan al mirarse…”, le expliqué.
Me escuchó pensativa. Luego, su respuesta fue un “¡Sí!” rotundo y percibí en su rostro una gran emoción. Fue así como le revelé que, lejos de lo que suele pensarse, eso también es una buena sexualidad. “¡Y veo que tienen una muy bella!”, le expresé todo mi apoyo y, acto seguido, la felicité. En ese instante, se le iluminó la mirada.
Que satisfacción fue percibir que sintió «el permiso» y una gran tranquilidad para abrir su corazón y descubrir que, lejos de normas sociales, siempre se puede vivir y elegir la propia sexualidad de una manera coherente con los propios deseos y los de la pareja, disfrutándola a pleno. Le conté que somos seres sexuados desde que nacemos hasta que morimos y que tenemos derecho de vivir el placer propio y compartirlo con otro de la manera que más nos guste (eso sí, siempre con consentimiento y respeto por uno y por el otro).
Por eso quiero volver a felicitar a esa mujer que aceptó no exigirse ni culparse por no seguir al pie de la letra aquello que parte de la sociedad impone como cierto, acerca de lo que debería ser una “buena sexualidad”. Una forma de contacto que, para muchos, solo se tienen en cuenta la presencia de la genitalidad y la existencia de una penetración, condicionando a través de esa imagen la respuesta que uno debe sentir y dar respecto de si tiene o no relaciones sexuales.
Al irse de aquella primera consulta, la mujer me dijo: “Gracias, nuestro encuentro me hizo sentir feliz y subió mi autoestima como mujer y mi gran amor hacia mi pareja”. Por eso hoy, desde este espacio, quiero agradecer a mis pacientes por decirme, demostrarme y confirmarme, una vez más, la gran responsabilidad que tenemos los médicos a la hora de dar una palabra abierta y sin juicio, entendiendo de una vez por todas el valor que tiene nuestra escucha y empatía para quienes llegan a nosotros. Comprender que nuestra opinión colabora a que una persona se abra a emociones nuevas, es la clave para hacer de ese encuentro un espacio que pueda enriquecer el alma y trazar nuevos caminos.
Con esa certeza ejerzo mi pasión por la buena y cercana Medicina, donde es importantísima la palabra que contiene, habilita y permite maneras de ser en libertad. ¡Gracias a vos, bella y super sexuada mujer por nuestro encuentro! El gusto fue mío…
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