Sophia - Despliega el Alma

POR Cristina Miguens - Columnistas

21 marzo, 2017

La Diosa vuelve

Las mujeres en la calle, unidas, apelando al amor y a su sabiduría ancestral, en contraposición al odio y el racismo, ese grotesco símbolo del patriarcado. De eso trata la columna de este número: de recuperar el enorme poder espiritual que anida oculto en el alma.


Enero suele ser un mes agitado. Este verano, la paz de mis vacaciones en el Sur se vio interrumpida abruptamente por el huracán Trump, quien en su discurso de asunción, prepotente y agresivo, dejó en claro que cumpliría sus peores promesas electorales. Las mujeres no se hicieron esperar para replicarle a su extenso catálogo histórico de dichos misóginos, como que las mujeres “en esencia son objetos estéticamente agradables” a las que hay que “agarrar por la c…” y que usan burka “para ahorrar en maquillaje”. Convocaron a la Marcha de las Mujeres en Washington D.C. para el primer día de su mandato, el 21 de enero. La multitudinaria manifestación –la mayor de la historia–, liderada por actrices y celebrities, se replicó en todo el país y en más de seiscientas ciudades del mundo, para repudiar a Trump y exigirle respeto a los derechos de las mujeres, las minorías y los inmigrantes, en contraposición a su discurso de odio, racismo, misoginia y homofobia. Millones de mujeres y también de varones hicieron colapsar los subtes y autopistas de la capital para marchar con prendas de color rosa y consignas como “El futuro es femenino” y “Las mujeres son el muro y Trump va a pagar”, en alusión al muro contra los inmigrantes mexicanos. Meryl Streep se animó a un duelo personal con Trump y Natalie Portman sintetizó el espíritu de la marcha y fue ovacionada en Los Ángeles cuando dijo: “Gracias, señor presidente, usted ha comenzado la revolución”.

Apenas unos días después, el 12 de febrero, también en Estados Unidos, en la gala de los premios Grammy 2017, la cantante afroamericana Beyoncé presentó un deslumbrante show musical cargado de mensajes a las mujeres. “Queen B”, como la llaman, lució un sugestivo y ajustado vestido largo de color dorado que evidenciaba su avanzado embarazo de gemelos y que incluía, entre transparencias y piedras, la imagen de una diosa africana en el centro y dos querubines bordados a la altura de las caderas. En su cabeza llevaba una portentosa corona dorada con aire místico oriental, propio de una semidiosa. Así fue tratada por los medios: no solo de “reina”, sino de “virgen” y de “diosa viviente de la fecundidad”. El show –no casualmente presentado por su madre, la diseñadora de moda Tina Knowles– fue un homenaje a la maternidad y a la sabiduría de las mujeres. Con un tono de desafío a los varones que pretenden someterlas, la artista exaltó esa fuerza espiritual que se transmite de madres a hijas, de generación en generación, a través del indestructible vínculo de unidad que hay entre ellas y que constituye un valor sagrado: el invencible poder del amor. 

Del héroe a la Diosa

Ambos hechos (casi simultáneos) me parecieron muy simbólicos. Por un lado, millones de mujeres que desafían al presidente del país más poderoso del mundo y que pacíficamente se alzan como un “muro” global frente a ese patriarcado misógino y vetusto que agoniza entre estertores de violencia; por el otro, Beyoncé vestida como diosa pagana, en una evidente apelación a lo divino femenino, ensalzando la maternidad, el amor y la sabiduría ancestral de las mujeres, y, de esa forma, reafirmando el enorme poder espiritual que anida oculto en el alma.

Tal vez todo esto no habría llamado tanto mi atención si no fuera porque justo mis lecturas de este verano fueron sobre el símbolo de la Diosa y, como ya saben, esas “coincidencias significativas” siempre me sorprenden. Retorno de la Diosa, escrito por el analista junguiano Edward C. Whitmont tan atrás como en 1982, es de una actualidad asombrosa. El autor anticipa lo que considera una característica de la condición psíquica de nuestra era, que es la recuperación de los aspectos femeninos de la psique, condición que da como un hecho evidente además de indispensable, y hasta inevitable según Jung, por compensación de los opuestos.

“En el punto bajo de un proceso cultural que nos ha conducido al callejón sin salida del materialismo científico, la destructividad tecnológica, el nihilismo religioso y el empobrecimiento espiritual, se ha producido un fenómeno de lo más sorprendente. Está surgiendo en nuestro medio un nuevo mitologema que pide su integración en nuestro marco de referencia moderno. Es el mito de la antigua Diosa que rigió en tiempos la tierra y el cielo antes de que llegasen el patriarcado y las religiones patriarcales.

La Diosa vuelve. Negada y reprimida durante miles de años de dominación masculina, aparece en un momento de extrema necesidad. (…)

La Diosa vuelve entre gigantescos cambios y cataclismos. Se ponen en tela de juicio los papeles tradicionales de hembra y varón en la sociedad. Lo femenino exige un nuevo reconocimiento al mismo tiempo que surge una violencia que lo amenaza todo”.1

En el otro libro que leí, una compilación de textos de analistas junguianos, varias autoras también recuperan a las diosas antiguas como arquetipos femeninos y las proponen como modelos para las mujeres de hoy, a la vez que resaltan el despertar del mito de la Diosa. “Actualmente se ha producido un interesante fenómeno –escribe June Singer– al haber sido capaces las mujeres de adaptarse cada vez con más eficacia a las exigencias del mundo moderno y de asumir crecientemente posiciones de respeto y de importancia. Se ha vuelto a despertar un nuevo viejo mito: el mito de la Diosa; hasta tal punto se ha despertado, que casi ha reemplazado el mito del héroe que tanto caracterizó los ideales de la primera mitad del siglo XX. Tal vez esto ha sucedido porque el mito del héroe, con todos los dioses que lo acompañan y apoyan, no tuvo éxito en crear el mundo pacífico y armonioso que la mayoría buscamos”. 2

La vitalidad de lo Femenino

Para todos estos autores, la Diosa es el símbolo del espíritu de lo Femenino, vital y dador de vida, que se presenta como un nuevo paradigma, tanto en el alma de los varones como de las mujeres, y que si bien ha sido reprimido y ocultado durante varios milenios, ante la decadencia del patriarcado (considerado una grave distorsión de lo Masculino) está resurgiendo en el inconsciente colectivo. La Diosa, a diferencia del héroe, no conquista, no lucha, no apela a la fuerza física o material para dominar a nadie porque su poder es interior y espiritual. Su sola presencia en el alma ilumina la verdad frente al error. Lo Femenino representa otro paradigma para el hombre moderno, que no sustituye lo Masculino sino que debe ser integrado para otorgarle sentido a la vida: para pasar del frenético “hacer” y “tener” a la serenidad del “ser”. Así lo sintetiza Connie Zweig:

“Mientras que lo Masculino es excluyente, lo Femenino es inclusivo; mientras que aquel es objetivo, este es subjetivo; mientras que el primero está dominado por el pensamiento, el segundo está dominado por el sentimiento. Mientras que lo masculino busca la perfección, lo Femenino busca la plenitud”.3

Ya escribí muchas veces aquí sobre el Apocalipsis, pero esta vez, al ver la imagen de Beyoncé y de las mujeres del mundo unidas enfrentando a Trump –tal vez el símbolo más grotesco del patriarcado-, me pareció aún más claro el cumplimiento de la profecía de la Mujer del capítulo 12, como signo del “fin de los tiempos” y del advenimiento de una nueva era.

“Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, revestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz”. (Ap. 12, 1-2)

La nueva era está signada por lo Femenino, con sus valores vitales que se integran a la consciencia universal que, como dice Marion Woodman, “está intentando desplazarse del poder al amor”, y así renovar el viejo mundo. A pesar de los violentos y de los defensores de los muros, día a día se suman varones y mujeres a esta cosmovisión más espiritual, amorosa e integradora. Lentamente nace la hermandad universal. La Diosa vuelve.  

1. Edward C. Whitmont, Retorno de la Diosa, Barcelona, Argos Vergara, 1984.

2. June Singer, “El encuentro de lo femenino en la tradición judeocristiana”, en  Connie Zweig (comp.), Ser mujer, Barcelona, Kairós, 2013.

3. Connie Zweig, op. cit.

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