Sophia - Despliega el Alma

POR Adriana Amado - Columnistas

10 marzo, 2017

Feminismos y comunidad

"Trabajar desde lo que nos une, antes que insistir en lo que nos separa", propone la autora de esta columna en la búsqueda de una reflexión profunda y necesaria sobre los acontecimientos que nos dejó el Día de la Mujer. Entonces, ¿por qué no avanzar juntas para construir una comunidad verdadera, donde el sentido de humanidad prevalezca sobre cualquier sectarismo?


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Cuando chica, en el barrio de los suburbios no se hablaba de feminismo ni de machismo. El mundo estaba organizado de cierta manera que integraba a quien se avenía al orden e incomodaba a quien buscara alternativas. El sentido común pautaba a las chicas alcanzar el título de perito mercantil, casarse con el noviecito de la parroquia, vivir en unas habitaciones adosadas a la casa familiar, mandar los hijos a su mismo colegio y tantas cosas todavía valoradas socialmente. Para otras opciones había que ir más allá de la terminal del ómnibus local.

Solo después de varios transbordos descubrí que había otras formas de ser mujer, que había causas colectivas con larga historia para ese inconformismo que de chica suponía solo mío. Tan larga, que muchas de esas injusticias siguen intactas y me pregunto cuándo la urgencia de tantas desigualdades nos pondrá a trabajar desde lo que nos une, antes que insistir en lo que nos separa.

Cuando se trata de formas de vida tan arraigadas, es difícil imponer un nuevo orden por la ley o por la fuerza, porque las actitudes de las personas no se cambian por decreto y mucho menos a los empujones. Los cambios se logran cuando se expanden más allá del grupo convencido, cuando la falta deja de ser de una minoría porque se entiende como una necesidad de la humanidad toda. Y ahí es donde la radicalización es enemiga de la humanización porque el sectarismo no construye comunidad.

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Es complicado que alguien que no esté compenetrado en el lenguaje de los colectivos feministas, entienda que se propone una sociedad igualitaria desde pancartas con metáforas de fuerza. Es difícil interpretar que se está defendiendo la libertad de las mujeres mientras se censuran comportamientos, como cuando amenazan con sacarle el carné de feminista a Emma Watson por haber osado mostrar escote en la tapa de Vanity Fair. Justo unos días después de que se juntaron para reclamar el derecho a mostrar las tetas en la playa y en el Obelisco. ¿Será que alguien podrá aclarar en qué casos exhibir el cuerpo es cosificación y en cuáles, en cambio, autodeterminación e independencia? ¿Por qué dejar librado a la indignación temas como el cuerpo femenino, el piropo, la violencia familiar o la educación sexual cuando podrían conversarse para encontrar los consensos?

«Es difícil interpretar que se está defendiendo la libertad de las mujeres mientras se censuran comportamientos, como cuando amenazan con sacarle el carné de feminista a Emma Watson por haber osado mostrar escote en la tapa de Vanity Fair».

La comunicación necesita, para ocurrir, el espacio común de los significados compartidos. El proselitismo, por el contrario, intenta imponer sentidos, por eso solo sirve para los fanáticos. Quienes lograron los saltos más grandes en la integración de grupos postergados en el último siglo fueron líderes que supieron tender puentes entre la minoría pisoteada y la mayoría que se demoraba en comprender la injusticia. Las mujeres, que tanto sabemos de conciliación y encuentro, no podemos quedarnos en los resentimientos.

Por eso es tan importante dar con las palabras adecuadas para nombrar esas actitudes que quisiéramos que se vuelvan comunes. Las causas se contagian de las metáforas que se eligen para representarlas. El lingüista George Lakoff sostiene que nos comunicamos desde los marcos compartidos, en los que se acomodan las ideas que vienen a la mente. Así, dice, las palabras de lucha despiertan pensamientos de conflicto, justamente el lugar del que se busca salir, en lugar de comunicar desde el lugar en el que nos gustaría estar.

Parte de la persistencia del imaginario masculino es asociar los derechos de las mujeres a las metáforas de esa guerra que tantos siglos caracterizó el poder de los hombres. Broncas, luchas, marchas, muertes, impresionan como las noticias policiales pueden llamar la atención sin por eso evitar los crímenes. La prepotencia del dolor escandaliza, pero no alcanza para cambiar conciencias. Nos deseo que el próximo día de la mujer nos encuentre con más encuentros.

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