
31 mayo, 2021
El hijo único
¿Cuáles son las dudas e inquietudes de aquellos padres y madres que solo tienen un niño o una niña en casa? ¿Y cuáles las claves para brindarle las herramientas necesarias para que aprenda a compartir, a ser libre y a volar?
Foto: Pexels.
En estos tiempos crece el número de familias con un solo hijo, por lo que recibo muchas consultas de padres preocupados por las posibles consecuencias de que sus hijos sean únicos. A veces es porque no llega un hermanito o hermanita, otras por una decisión de la pareja. También puede ser por temas económicos, o porque la pareja no perduró, o porque los padres empezaron más tarde a tener hijos y les costó tenerlos, o no se animan a tener otro porque ya están grandes tanto para concebir como para atenderlos. Hay incluso hijos únicos de padres o madres solos que querían tener hijos y finalmente decidieron tener uno, aunque no estuvieran en pareja.
Pese a lo que culturalmente solemos creer, en mi experiencia clínica los hijos únicos no son necesariamente tiranos, malcriados, egoístas, ni posesivos. Y si en algún caso lo son, no ocurre por el hecho de ser únicos, sino por las pautas con las que fueron criados.
Porque ellos comparten a papá con mamá, a mamá con papá, quienes a su vez tienen amigos, trabajos, intereses, preocupaciones, que los llevan a mirar para otros lados y no solo a su hijo. Los chicos además tienen primos, amigos, compañeros del colegio y vecinos con quienes se encuentran y así aprenden a compartir, a esperar la mirada valoradora de mamá o papá, o a esperar su turno para hablar o jugar. En muchos casos, una mascota forma parte de la familia y ayuda a ese chico a salir del lugar de “su majestad el hijo”.
Otra consulta clásica tiene que ver con la preocupación porque el hijo pide un hermano. Hay que tener claro que esa es una decisión de los adultos que escuchan su deseo, pero que no tendrían otro hijo solo porque él lo pide ni dejarían de tenerlo porque él no quiere que venga. Es importante que los chicos no sientan responsabilidad ni culpa ante ese hermano que no llega, lo que no es fácil, porque por su inmadurez tienden a creer que todo lo bueno que ocurre es gracias a ellos y todo lo malo es, en cambio, por culpa de ellos. Por otro lado, a veces los padres hablan del padecimiento del hijo proyectando en él su propio dolor porque el segundo hijo no llega.
Cuando los psicólogos pedimos a los chicos que dibujen su familia ideal, los hijos únicos dibujan familias numerosas, y los de familia numerosa hijos únicos, ¡ellos siempre quieren lo que no tienen!
Foto: Pexels.
Cosas de grandes
Es fundamental que los padres revisen sus expectativas para no atosigarlo: hay un solo hijo para cumplir con los anhelos de sus padres (deportista, estudioso, artista, etc.), para saberse buenos padres, para sentirse realizados como tales. A los hijos mayores solemos pedirles mucho (¿demasiado, quizás?) y los presionamos por nuestra falta de experiencia.
El hijo único, por su parte, ni siquiera tiene la oportunidad de que dejen de mirarlo porque no hay otro del que ocuparse y al que pedirle cosas… Por eso, los adultos tienen que estar atentos a habilitarlo a crecer, individuarse, levantar levantar vuelo. Al tener solo un niño en la casa puede costar aceptar la idea de que está con sus padres pero no les pertenece, como bien dice la poesía de Khalil Gibran:
Tus hijos no son tus hijos,
son hijos e hijas de la vida,
deseosa de sí misma.
No vienen de ti,
sino a través de ti,
y aunque estén contigo,
no te pertenecen.
Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos,
pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas,
porque ellos
viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar,
ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerles semejantes a ti,
porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual tus hijos,
como flechas vivas,
son lanzados.
Deja que la inclinación,
en tu mano de arquero,
sea para la felicidad.
Es tarea de los padres ocuparse de hacer lo necesario para que él no permanezca en una postura inmadura, esperable en los bebés: tirano, consentido, egocéntrico… ¡Pero tampoco se trata de tener otro hijo para que eduque al primero! En el caso del hijo único la fórmula de crianza es la misma que para todos los hijos: mucha comprensión acompañada de límites adecuados y brindarle herramientas para que aprenda de a poco a esperar, a frustrarse.
Recordemos que, si el equipo adulto tiene dos personas, no debemos perder de vista que el niño está solo, por lo que tenemos que estar especialmente atentos al tono y a la intensidad de los retos y las penitencias y consecuencias. No es lo mismo decir “se quedan sin tele” a tres hijos que, furiosos con sus padres, se sostienen entre ellos, que decírselo a un hijo único que no tiene con quién compartir su enojo y frustración.
Y contemplar que, en tiempos de pandemia y confinamiento, los hijos únicos lo pasan un poco peor que los que tienen hermanos: no tienen otros chicos disponibles para jugar, pelearse, compartir, o con quienes aburrirse. Habrá que aguzar la imaginación para armar, por ejemplo, alguna burbuja ampliada con otra familia que se cuide bien y aprovechar al máximo los encuentros interactivos en la pantalla con primos y amigos, tan indispensables por estos tiempos. Y, cada vez que se pueda, armar planes presenciales al aire libre con ellos.
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