Sophia - Despliega el Alma

POR Miguel Espeche - Columnistas

31 diciembre, 2021

El año nuevo y las ganas

A las 12 de la noche del 31 de diciembre brindamos con deseos para el nuevo ciclo que comienza. Mantener el foco en el entusiasmo auténtico, ese que palpita en el corazón, optimizará los resultados de aquello que anhelamos.


(Foto: Pexels)
(Foto: Pexels)

¿De qué tienen ganas en el 2022? No hablo de lo que quieren que ocurra, sino de lo que tienen ganas de hacer o, si somos más precisos, ir haciendo, una vez que se dé por iniciado el nuevo año.

La pregunta es interesante, pero más lo son las respuestas posibles. Las copas con las que se brinda el 31 de diciembre testimonian el tropel de frases anhelantes de buena ventura y mejoras para el año que empieza, palabras que, seguramente, están destinadas a quedar en eso y nada más.

Pero las ganas son algo distinto al mero enunciado de anhelos venturosos. La misma palabra es más “física” que aquella de los “mejores deseos” con las que nos adentramos al nuevo año. Las ganas salen más de las tripas o, si se prefiere, del corazón, pero en clave de palpitar y de “fuerza muscular” y no tanto como construcción imaginaria o ilusoria.

Tantas veces decimos querer algo que en realidad no queremos porque no estamos dispuestos realmente a hacer lo que hay que hacer para que lo deseado se produzca. Queremos los resultados, pero no lo que dichos resultados requieren para darse. También queremos que algo se produzca, como aquello de anhelar que el año venga bien (sin COVID, sin crisis económica, sin tantos impuestos, sin peleas, sin malestares) y nos salve de las penurias.

Todo lo antedicho es legítimo ¿por qué no? Pero nada de lo señalado impedirá que las copas de champagne se rían de nosotros en la próxima celebración cuando lo que pronunciamos durante el brindis se repita con el mismo destino de frustración.

Hacer para llegar a destino

Enfatizo la palabra “ganas” porque se trata de algo que convoca a un hacer que, en cierto sentido, es un objetivo en sí mismo más allá de su resultado. Es como decir: “tengo ganas de empezar una carrera” en vez de “quiero ser médico”. Es verdad que ambas afirmaciones no son contradictorias, pero creo que, si se hace foco en el entusiasmo de empezar algo que a uno le entusiasma hacer, las cosas irán mejor. En cambio, si enunciamos el final de ese algo deseado dejando una brecha en el medio, no queda claro si queremos realmente hacer aquello que es necesario para llegar a destino.

«La alternativa de sentir las ganas optimiza los resultados, que son mejores a los que se obtienen cuando uno dice que quiere cosas desde una idealización a veces ‘comprada’ en el kiosco de la esquina».

Perdemos foco cuando nos confundimos respecto de nuestras ganas genuinas. Esa falsa creencia nos dispersa, si bien a veces no queda otra que el ensayo y error como método para el discernimiento. En la vida real no todo es tan claro, pero al menos la alternativa de sentir las ganas optimiza los resultados, que son mejores a los que se obtienen cuando uno dice que quiere cosas desde una idealización a veces “comprada” en el kiosco de la esquina.

Por tal motivo, recordemos que los deseos genuinos tienden a ser austeros, no altisonantes, demasiado abarcativos o glamorosos. Asimismo, todo aquello de lo que tenemos realmente ganas está dentro de nuestra “jurisdicción” y no por fuera de ella.

Por ejemplo, si al brindar decimos que nuestro deseo es que nuestra pareja cambie y se dé cuenta de la razón que tenemos, pues que se sepa que eso está fuera del propia “distrito” y avanza sobre el que corresponde al otro. En tal caso podemos decir que las ganas verdaderas van por el lado de la frase “quiero mejorar la forma de relación que tengo con mi pareja” , y eso tornará más factible que lo que se haga en esa dirección llegue a mejor puerto.

Habrá que ir viendo de qué tenemos ganas para caminar hacia ese lado. Paso a paso, dándole valor al proceso, sabiendo que lo importante es ir yendo, mucho más importante, por cierto, que haber llegado.

Así será entonces un buen año, no tanto por lo que nos trajo, sino por lo que hicimos mientras lo caminamos. La anterior puede parecer una frase hecha, pero no por eso deja de ser, como bien sabemos, una muy buena frase.

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