Sophia - Despliega el Alma

POR Adriana Amado - La mujer en los medios

20 marzo, 2020

Contagio voluntario de confianza

De balcón a balcón, o desde nuestros teléfonos y computadoras, podemos abrirnos a una experiencia tan saludable como contagiosa: expandir lo mejor de nosotros reforzará para siempre los lazos de respeto y de confianza entre unos y otros.


El virus es una fuerza mayor que en algunos lados ya empieza a conseguir el equilibrio que el planeta había perdido. Tres semanas sin turistas devolvió la transparencia a las aguas de Venecia. Los aviones detenidos en tierra y la gente retenida en su casa ha bajado los niveles de contaminación en las ciudades. Se ven progenitores y vástagos reunidos alrededor de tarea escolar en cada casa.

Las crisis sacan lo mejor de la gente.

Por cada miserable que acapara mercaderías, hay gente que comparte víveres con los que están en cuarentena. Por cada irresponsable que no se lava las manos, hay cientos que siguen trabajando para limpiar transportes y baños. Por cada persona que confunde la policía con “la migra” y denuncia a cualquiera con acento extranjero y ojos achinados, hay quienes tienden una mano a los que quedaron varados en tierras lejanas. Esta emergencia nos expone para bien. Y también para mostrarnos en todo lo que está mal.

Esta será la primera pandemia registrada por sus víctimas. Y no solo persistirán los memes y las gracias que mandamos estas semanas por redes sociales, sino que dejaremos allí la huella de nuestros hechos y nuestras palabras. Si no es posible decidir el contagio de los virus, queda en nuestra total elección ser parte del grupo sensato o aportar a la locura del pánico. La regla de la cooperación es sencilla: no pidamos a los demás lo que no vamos a hacer. En lugar de quejarnos de los que sobreactúan la amenaza, mostremos mesura en lo que está a nuestro alcance, como compartir información o buscar provisiones. Si no queremos que un ser querido pase penurias porque el brote lo encontró en el extranjero, no tratemos al turista eventual como un traicionero.

El virus es impalpable, pero hace patentes nuestras mezquindades.

¿Qué elegimos viralizar?

En tiempos de cólera social, lo que se vuelve viral es el miedo. Nuestro pánico se trasluce en los rumores que desparramamos. La noticia dudosa que mandamos sin pensar lleva la marca de nuestra desconfianza. Esos gérmenes del alma no se disuelven con alcohol en gel ni otra loción mágica. No hay antiséptico ni cierre de frontera que evite el contagio de las miserias humanas. Pero igual de contagiosa es la confianza.

La confianza es una vacuna de libre licencia, que lleva años descubierta y tiene sobradas pruebas de su eficacia.

Es un principio terapéutico que funciona por igual con íntimos y ajenos, jefes y colegas. Está científicamente demostrado que la confianza construye en el presente la certeza de que en el futuro nos comportaremos como en el pasado. Por eso para ser confiable mañana hay que dejar hoy la información chatarra. Quien aprovechó la situación para su beneficio, no será quién para pedir solidaridad. Quien erró el diagnóstico no será portavoz de las curas. Quien hoy agita el pánico no será procurado para traer calma.

«En tiempos de cólera social, lo que se vuelve viral es el miedo. Nuestro pánico se trasluce en los rumores que desparramamos. La noticia dudosa que mandamos sin pensar lleva la marca de nuestra desconfianza. Esos gérmenes del alma no se disuelven con alcohol en gel ni otra loción mágica. No hay antiséptico ni cierre de frontera que evite el contagio de las miserias humanas. Pero igual de contagiosa es la confianza».

La inflación también afecta los diagnósticos, las promesas y los mensajes. Y los devalúa igual que deprecia la moneda. Por eso la sobreactuación puede traer más males que soluciones. El pánico es la sobreactuación del miedo. La épica de los anuncios, la sobreactuación de los gobiernos. La sobreinformación, la de los medios. El reporte constante de muertes y contagios en los medios no aporta a la calma. La falacia de que el virus viene de afuera no solo potencia la discriminación y el racismo, sino que nos confunde acerca de las medidas de higiene y aislamiento que comprende por turistas y locales con restricciones iguales.

Ejercicios de inmunidad

La información viral se llama así porque es tan contagiosa y riesgosa como un virus. Contagiemos sensatez y confianza para inmunizarnos de la viralización de mensajes nocivos y malas prácticas:

  • Así como nos lavamos más las manos, saneemos más de lo habitual la información que nos llevamos a los ojos y a los oídos para evitar contagios de virus informativos por la boca.
  • Evitemos aglomeraciones de personas, no solo en la calle, sino también en grupos virtuales donde no sabemos quién comparte qué mensaje. El riesgo de escuchar demasiadas cosa es que podemos terminar sin creer en nada. Y en tiempos de incertidumbre es imprescidible identificar en qué poner la confianza.
  • Consultemos a quienes saben de primera mano: tanto en información como en salud hay que buscar a especialistas. Si una amiga te cuenta algo que leyó por ahí, pedile que te pase el texto original. Si un colega comenta algo que vio en la televisión, que te comparta el programa. Más que nunca hay que evitar el teléfono descompuesto en donde cada quien agrega sus cositas en los mensajes.
  • Si compramos alcohol y medicamentos en lugares confiables, también busquemos información en medios y periodistas responsables. Así como el demasiado alcohol irrita la piel, también pasarnos de noticias encrespa el carácter. Alternemos las noticias con lecturas y entretenimientos que nutran el espíritu y favorezcan la calma.
  • Las generaciones que nacieron hacia el final del siglo pasado son las más preparadas para los contactos virtuales. Aprovechemos que los tenemos en casa para aprender juntos a usar las tecnologías para encontrar y brindar información, entretenimiento y conversaciones de calidad. Intercambiemos su juventud de tecnología con nuestra madurez para usarlas de manera sensata.

Estamos frente a un mal que no se conmueve con hashtags solidarios ni se amedrenta con marchas en las plazas. De hecho, están absolutamente contraindicadas. La credibilidad no se decreta como una emergencia. Se construye lento, de certezas y confianzas. Empecemos cuanto antes a contagiarnos de ellas.

 

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