Sophia - Despliega el Alma

POR Maritchu Seitún - Columnistas

17 marzo, 2020

¿Cómo hablar con los chicos sobre el coronavirus y otros temas difíciles?

A veces perdemos de vista que nuestros hijos también escuchan las noticias y pueden sentirse ansiosos por comprender lo que pasa. Por eso, es importante no magnificar los acontecimientos y atender sus dudas diciéndoles siempre una verdad que esté a su alcance asimilar.


Foto: www.freepik.es

Hoy circulan mucho el miedo, las opiniones encontradas y los cuidados extremos ante la aparición del coronavirus. La semana pasada los chicos iban a clase normalmente, pero de pronto ayer se vieron recluidos en casa. Es normal que ellos también se asusten y se llenen de preguntas. Los colegios no quisieron alarmar a nuestros hijos, pero tuvieron que extremar las medidas de cuidado y hablar del tema con ellos seriamente, por lo que  probablemente los asustaron un poquito más de lo necesario. Ya hemos oído mucho sobre el coronavirus, es verdad. Por lo que no quiero contarles cómo hablar con los chicos solamente sobre este tema en particular.

Consejos de UNICEF

La entidad destaca la importancia de cuidar las emociones de los chicos en tiempos de crisis.»La prioridad en esta etapa debe ser, precisamente, proteger a niños y niñas de toda aquella información que aún no pueden procesar y que les puede llevar a desarrollar ansiedad y miedos debido a la incertidumbre». Para eso recomienda exponerlos lo menos posible a las noticias, evitar involucrarlos en conversaciones de adultos, escucharlos y evacuar sus dudas.

Lo que me gustaría sería rever el comportamiento de los adultos ante esta y otras situaciones difíciles de explicar: enfermedades, accidentes, robos, asesinatos; temas que saltan sin filtro a las redes y a los noticieros y que muchas veces miramos sin tomar conciencia de que nuestros chicos ven y escuchan lo mismo que nosotros.

Debemos tomar conciencia de que a ellos también les hace mal tomar contacto con ese tipo de información y, lo que es peor, que no tienen los recursos necesarios para procesarla; esos que a los adulto nos han sido dados por la experiencia de vida y que nos permiten entender, por ejemplo, que el coronavirus es un virus muy contagioso pero pocas veces letal, que el cáncer es una enfermedad poco frecuente y en muchos casos se puede curar, o que el asesinato ocurrió muy lejos de casa.

Crecer en tiempos de coronavirus

Por estos días, ellos ven en las pantallas personas envueltas en trajes celestes o verdes, con antiparras, aislados. Escuchan hablar a la madre desesperada porque no le permiten visitar a su hija, o al adulto que con enorme dolor cuenta cómo su padre de 80 años murió solo en el hospital porque su familia estaba lejos de él, en cuarentena. O son testigos de la pelea a los gritos en el supermercado porque el que estornudó no se tapó la cara con el codo para proteger a los demás. O miran, absortos, al que se llevan hacia un aislamiento contra su voluntad, ante la denuncia de un vecino.

A eso se suman nuestras caras y gestos de rechazo o de horror, los comentarios que hacemos a los demás adultos presentes y otras conversaciones, presenciales o telefónicas, que mantenemos delante de ellos.

Cuidado, porque ante estas situaciones difíciles podemos perder la capacidad de pensar bien.

Nos atrapan y nos encandilan las imágenes, en la tele o en otras pantallas. Y ante el fuerte impacto emocional que nos provoca lo que vemos o escuchamos nos cuesta mirar el entorno y cuidar a nuestros chicos, protegiéndolos de esos contenidos que, si son tóxicos para nosotros (no es la primera vez que pasamos por algo difícil y conocemos  el contexto de lo visto y oído), lo son mucho más para ellos, que realmente temen que llegue el fin del mundo y no pueden hacer nada al respecto…

Es todo un arte no mentirles y a la vez no decirles toda la cruda verdad.

No perder la calma

Si quiero que se suban rápido al auto por miedo a que nos roben, aterrorizarlos no funciona, alcanza con explicarles que estamos en un barrio que no conocemos mucho y que necesito que se suban rápido al auto, para después seguir conversando tranquilos y seguros adentro. El pánico es contagioso: si nosotros nos dejamos llevar por él, los chicos hacen lo mismo. Nadie piensa con el cerebro integrado, nos dejamos poseer por el sistema límbico, la amígdala, ideal para las emergencias, pero no para todos los días y nada bueno puede salir de ahí, salvo cuando nos encontramos frente a un peligro real, como un camión que perdió el control y se nos abalanza, en cuyo caso son bienvenidas las veloces y eficaces respuestas del sistema límbico.

Si lo que quiero es que se acostumbren a lavarse las manos apenas entran a casa para no introducir virus y bacterias innecesariamente, tengo que contarles con calma y sin miedo lo que dicen los doctores; explicarles lo importante que es para todos y además prestar atención a que lo hagan. Son chicos, se van a  olvidar muchas veces, y les haría muy mal sentirse responsables de que la abuelita se haya contagiado sabiendo ellos que no se lavaron las manos todos lo días al volver a casa.

No nos hagamos los distraídos ni esquivemos estas conversaciones.

Los chicos necesitan nuestras explicaciones tranquilizadoras. Ofrezcamos a los chicos explicaciones cortas, claras, preguntándoles siempre primero qué fue lo que escucharon, o lo que entendieron, para poder corregir versiones alarmistas de una maestra o de una tía con poca experiencia, de una abuela atemorizada que habló de más, o de un compañero que vio algo que no debería haber visto y anda contándolo a sus amigos para tratar de entenderlo y procesarlo.

Evitemos las palabras “nunca” y “siempre”.

No sabemos lo que puede pasar y una respuesta tranquilizadora de ese tipo se nos puede volver en contra porque nuestro hijo no va a poder confiar en nosotros. “Sería raro”, “pocas veces pasa”, “nos cuidamos para evitarlo”, son términos que los dejarán suficientemente tranquilos para que puedan volver a sus juegos, en lugar de permanecer en estado de alerta para ver qué “pescan” en las conversaciones de los grandes.

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