Hijos
21 noviembre, 2018 | Por María Eugenia Sidoti
Chicos conectados, padres desorientados
Nacieron rodeados de aparatos tecnológicos y en torno a ellos van conformando su identidad, privacidad e imaginación. Los llaman "Generación App" y saben del mundo digital cosas que los adultos ignoramos. ¿Cómo lograr que la tecnología no los desconecte de sí mismos? Howard Gardner, profesor de Harvard, asegura que se puede y nos comparte sus razones.
Ilustraciones: Mónica Andino
¿Qué debe hacer un extranjero que se anima a transitar por las tierras de los nativos electrónicos? Ir en son de paz. Eso lo sabe de sobra Howard Gardner, psicólogo, profesor e investigador en la Universidad de Harvard: “Soy apenas un inmigrante digital”, se presenta sin más, este gringo de las pantallas de 75 años. Especialista reconocido internacionalmente por su aporte en materia de educación y psicología, creció en Pensilvania durante los años cincuenta, cuando nada hacía prever semejante desenlace tecnológico.
“Era una época en la que todavía era posible saber exactamente cuántas computadoras había en el mundo”, dice mientras recuerda sobre aquellos viejos y desconectados tiempos.
Pero, aventurero al fin, decidió bucear las profundidades mismas del fenómeno y así escribió La generación App (Paidós), donde se propone sacar visa virtual e iniciar un viaje por esa remota región –de límites siempre difusos para los no nativos– donde las pantallas digitales se encuentran con las cabezas de chicos y jóvenes conectados, prácticamente, desde su nacimiento.
«Es posible que sea precisamente la tecnología lo que defina a las generaciones y que el alcance de cada generación dependa de la longevidad de una innovación tecnológica concreta».
Howard Gardner
La deliberada utilización de la abreviatura “app” para definirlos (proviene de application, que en inglés significa “aplicación”) lo deja claro: ellos son tecnología aplicada, en cuerpo y alma.
“Creemos que, de ahora en adelante, es posible que sea precisamente la tecnología lo que defina a las generaciones y que el alcance de cada generación dependa de la longevidad de una innovación tecnológica concreta”, explica en diálogo con Sophia el autor, quien trabajó junto a su colega Katie Davis –treinta y tantos años menor– para poner en valor, a través de una profunda investigación, los beneficios de la tecnología digital para el desarrollo infantil y juvenil.
Claro que (no es un dato menor) siempre y cuando sea bien utilizada. Pero… ¿cómo lograrlo?
–A partir de este trabajo, ¿cuál fue tu gran hallazgo como “inmigrante digital”?
–Que, en primer lugar, los nativos digitales viven en un mundo dominado por aplicaciones. No pueden pensar en un mundo sin ellas. Y así corren el riesgo de perderse y no saber qué hacer si no hay una aplicación disponible. Ese es el riesgo que Katie Davis y yo llamamos “app-dependencia”. Pero, por supuesto, si las aplicaciones se usan de manera flexible y con imaginación, nuestras vidas pueden mejorar y eso es lo que llamamos ‘app-habilidad’.
− ¿Qué pasa con las redes sociales?
−En las redes sociales hay una tremenda presión para presentarse como alguien acabado, perfecto y envidiable. Esto puede alentar conclusiones prematuras, presentando a alguien de una manera que no es exacta, y excluir otras formas, más consideradas, de autopresentación. Amazon instaló la cesta de compra como una marca y Facebook, su popular “F”; del mismo modo, los jóvenes sienten que, para ser, deben tener un ícono perfecto. Por eso, me gustaría que la gente joven evitara este tipo de presentación y se abriera a una formación gradual de sí misma y a la capacidad de hacer crecer la propia identidad de forma gradual y de una manera productiva a lo largo de la vida.
Los hijos sin conexión de Silicon Valley
Como contracara al alto nivel de conexión que están experimentando los chicos de todo el mundo, en la meca de la tecnología los adultos deciden darles a sus hijos estadías digitales con cuentagotas. El dato se desprende de una encuesta lanzada el pasado año por la Silicon Valley Community Foundation entre 907 padres de la zona, que reveló que los trabajadores del epicentro de la industria tecnológica tienen serias reservas sobre el impacto de los gadgets en el desarrollo psicológico y social de los niños. Los encuestados criticaron públicamente el lanzamiento consciente de productos cada vez más adictivos y absorbentes y reconocieron haberle pedido a las niñeras que cuidan a sus hijos que no utilicen ninguna pantalla frente a ellos, ni siquiera su propio celular. A su vez el National Institute for Health and Care Excellence lanzó una interesante iniciativa para proponer días completos de desconexión (sin acceso a televisión, computadoras, consolas de juegos ni dispositivos móviles) y el resto del tiempo mantener un límite de uso por debajo de las dos horas al día.
Los chicos conectados… ¿están bien?
El mercado del e-learning mundial está en auge y la empresas de contenidos digitales estiman que serán los chicos de entre 6 y 15 años quienes jugarán un papel fundamental en su crecimiento: se estima que este año se habrán movido solo en Estados Unidos 169.000 millones dólares a través de este tipo de consumos.
Según estadísticas de la consultora Euromonitor Internacional, la población mundial infantil en línea alcanzará más del 50% del total en 2020. En la mayor parte de los países desarrollados los chicos comienzan a vivir en línea después de los 5 años y a partir de entonces consideran a Internet como una parte vital de su estilo de vida. Sin ir más lejos, los propios chicos la definen como una “necesidad”.
Así las cosas, uno se pregunta: ¿hay vida para ellos sin conexión?
Lanzo la inquietud por Facebook (¿dónde más?) para que me respondan sobrinos e hijos de amigos. Las respuestas no se hacen esperar ni dos segundos: así de rápidos son para teclear. “¿Desconectarme de las redes? ¡Ay no! Me muero si no puedo chatear con mis amigos”, me escribe por mensaje privado Catalina, de 13 años. Y Julieta, de 14, me explica en un audio de WhatsApp: “No podés vivir desconectada. Usás las aplicaciones desde el teléfono para buscar lo que necesitás, subís algo, o te contactás y compartís cosas. Las redes son todo!!! Jajajaaj”.
Para ellas, yo vengo a ser uno de esos inmigrantes digitales como Gardner, quien no solo reconoce el fenómeno, sino que a la vez destaca las habilidades que la tecnología está proporcionando a nuestros hijos. ¿Hay luz más allá de las pantallas? Parece que sí y que es vibrante…
Las pantallas, un mundo
Es que los chicos están en contacto constante con información, aprenden naturalmente a buscar aquello que necesitan, a descartar lo que no, y a establecer nuevas aptitudes y contactos. Manejan distintos idiomas como condición para no quedarse afuera de lo que el mundo online tiene para ofrecerles y no conocen de fronteras.
Sacan fotos, graban videos, editan a su antojo y suben cosas para que quienes quieran leerlos, oírlos y verlos, conozcan su manera de ser y de estar en el mundo.
Claro que las reglas se han transformado y los jóvenes hoy gestionan una identidad, privacidad e imaginación muy distintas a las que nosotros, los grandes, conocemos. De ahí que, a la hora de digerir el fenómeno, la preocupación nos deje siempre un extraño sabor.
Pero hay algo cierto: las pantallas no son nada sin los humanos que están detrás de ellas. Volvamos una vez más a Play Again, la película documental (de la directora Tonje Hessen Schei) que mostró las consecuencias de criar a chicos aislados de la naturaleza y lo fácil que, a su vez, podía ser reconectarlos con lo que en verdad importa.
¿O acaso no son los recuerdos de las tardes al sol con la familia y los amigos lo que hizo de nuestra infancia un lugar mágico? ¿Por qué entonces no nos animamos a llevar a nuestros propios hijos hasta ahí?
En su libro, Gardner sostiene que las aplicaciones pueden generar instancias»más positivas», a través de desarrollos que capaciten a los jóvenes para alcanzar un conocimiento de sí mismos «más profundo y completo, además de relaciones íntimas plenamente desarrolladas con otros”.
La cuestión radica en saber cómo acompañarlos durante su estadía virtual, para sacarlos de ella con invitaciones reales y, justamente por eso, nutritivas.
La mamá de Lisa, de 8 años, dice sin vueltas: “A veces los padres los dejamos conectarse a los aparatos porque son dos o tres horas en que, de alguna manera, nos sacamos de encima a los chicos. Aunque muchos no quieran reconocerlo, eso pasa».
A pesar de ser muy chica, su hija tiene cuenta de Facebook. «Entendí que es una herramienta y que después depende de mí llevarla a lugares interesantes lejos de la computadora. Lo que rescato es que mi hija es muy tímida personalmente, pero online se comunica con profundidad, poniendo especial atención en aquello que quiere transmitir. Ahí es dulce y cariñosa, un rasgo que no suele demostrar fácilmente cara a cara«, relata esta madre convencida de que está en sus manos capitalizar (o no) la experiencia.
Sin duda, tanto los padres como las instituciones educativas vamos a otro ritmo. Pero tenemos la responsabilidad de apurarnos a la hora de conectar a los chicos con el valor de la vida y de los vínculos, y ser consecuentes con eso.
«Los padres deben familiarizarse con las diferentes tecnologías y aplicaciones. No van a ser tomados en serio por sus hijos a menos que conozcan la manera en que se comportan en Internet y en las redes sociales».
Howard Gardner
–Profesor Gardner, ¿cuál debe ser el aprendizaje para los padres de esta generación?
–Que deben familiarizarse con las diferentes tecnologías y aplicaciones. No van a ser tomados en serio por sus hijos a menos que conozcan la manera en que se comportan en Internet y en las redes sociales. Y sobre todo deben ver y escuchar qué piensan, qué sienten y qué hacen sus hijos dentro y fuera de las pantallas.
− ¿De qué manera podemos acompañarlos?
−Es muy importante tener un propio sistema de valores en el que creer y hay que asegurarse de que existe una comunicación con ellos y de que viven de acuerdo con ese sistema de valores. Los chicos pueden no escuchar lo que dicen sus padres, pero siempre se dan cuentan y están pendientes de lo que ellos hacen. Creo que la clave está en utilizar los medios digitales de manera que reflejen las propias creencias y ayudar a esta generación a entender qué es lo que uno hace y por qué, y por qué elige no hacerlo de otro modo.
Para terminar, vale la pena compartir aquí una anécdota del propio Gardner. Un día, después de una conferencia, un alumno se acercó hasta él blandiendo su smartphone y le preguntó si en el futuro seguirían necesitando escuelas, dado que a su entender algún día su teléfono llegaría a contener respuestas a todas las preguntas.
Entonces, él se tomó unos segundos para responder y dijo: “Sí, tendrá la respuesta a todas las preguntas… excepto a las importantes”.
5 claves para comprender a la forma de conexión de nuestros hijos
1. Chicos y adolescentes eligen mayormente el chat, las redes sociales y los videojuegos.
2. Participan activamente en comunidades virtuales a las cuales se conectan motivados por interés, afinidad, alguna causa, o por un lazo afectivo.
3. Desarrollan habilidades propias del uso de las tecnologías, donde incorporan los códigos específicos de la comunicación digital.
4. Construyen identidades desde la instantaneidad y exhiben sus intereses y actividades sin reparar muchas veces en el alcance.
5. Eligen formas provisorias de comunicación y las van definiendo de la mano de los constantes cambios tecnológicos.
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