23 marzo, 2022
Mar
Qué cosa loca el mar. Qué inmensidad, qué volumen, qué fuerza, qué sabor. Y qué increíble cómo nos doblegamos todos ante esa grandísima creación. Curiosamente, grandes y chicos, padres e hijos, ricos y pobres, el surfista y el más temerario, todos sucumbimos ante su presencia. Pero no de una manera paralizante, sino de una forma inocente.
¿No es, acaso, el juego más pavo del universo saltar corrientes de agua salada y dejarse arrastrar metros más allá con la malla llena de arena? ¿No es demasiado «infantil» dejarse arrollar de esa forma y tragar litros de sal? Sin embargo, nos encanta. Y no intento con este análisis subestimar a la raza humana, al contrario. Este comportamiento, al menos a mí, me da esperanzas. Porque es El Niño que tenemos dentro que salta de alegría. Porque nos reconocemos pequeños ante semejante fuerza natural. Porque, al fin y al cabo, hallamos la diversión en lo sencillo, en lo simple, en lo que la naturaleza tiene para ofrecernos.
Así me siento yo en el mar: esperanzada. Y me dan ganas de saltar, de fluir, de contemplar y de agradecer. Y de cantar, de hacer un espectáculo con canciones en español y nado sincronizado, porque me siento La Niña que baila frente al vidrio de su casa las canciones de Floricienta.
Gracias Mar por despertar la niñez en nosotros. Gracias Mar por tu simpleza y tu poderío. Gracias Dios por el Mar.
Paz Dutari
