Sophia - Despliega el Alma

Inspiración

25 junio, 2019

Abrazos: un puente entre almas

¿Por qué es tan importante recibirlos y darlos? Porque abrazar es brindarnos y encontrar refugio, a su vez. Y aunque se trata de un pequeño gesto, su importancia es enorme: al dar un abrazo se genera una explosión hormonal que provoca plenitud, bienestar y un sentimiento de comunión con los otros.


Por Virginia Bonard

Qué bien nos vendría un abrazo que nos acomode un poco. / Que nos haga ver que no estamos tan solos. /Ni tan locos. / No tan rotos”, dice @mentesescritoras en las redes y muchos likes se agolpan en los muros y se replican los deseos de abrazos y expresiones de ternura. Ahí, en los microclimas de los micromundos de las redes sociales, donde el abrazo es literalmente imposible, es donde paradójicamente también adquiere estatus real, concreto, mientras se lo evoca y propone.

Sabemos que el abrazo que se espera (y trato al elegir este camino de no sobredimensionar la virtualidad) es, necesariamente, un trayecto hacia lo real. Se comparten pecho, brazos, cabeza en descanso, en lazo profundo, dos hombros, espalda, tibieza y, casi por sobre todo, contención.

Pero… ¿qué es “eso” que nos da el abrazo? ¿Hay abrazos diferentes? Y entonces, ¿cuáles son?

El 18 de abril de 2017 viví una experiencia extraordinaria, un abrazo tan inesperado. Así la relaté en mi Facebook:

“Un hombre desconocido murió en mis brazos. Hace un rato. En una calle. En nuestra ciudad. Un hombre que estaba solo murió en mis brazos. Algunos miraban. Otros se paraban. Varios se quedaron en ronda, llamando al SAME, a la Policía. Uno, cuando percibió que el tiempo se iba, se iba y no volvía, corrió hasta la comisaría que estaba a 2 cuadras.A mí sólo me nació abrazarlo (reconozco que tomé una decisión desde mi nada: no lo iba a dejar en su Pascua personal y callejera) y rezar mientras claramente se estaba yendo de este mundo. Mi suegrita linda (estábamos juntas, paseando) rezó conmigo en esa despedida al hombre desconocido. Y lo entregamos con amor y paz en su paso hacia la verdad total. No puedo evitar sentir una conexión con este hombre desconocido que murió en mis brazos. Además me dejó un aire de paz en el alma que no puedo explicar. Como si una expansión vital nos rodeara. El hombre desconocido me enseñó cosas de mí, de otros, de la muerte y, especialmente, de la vida”.

Abrazo de despedida total, inesperado como esa muerte, abrazando la humanidad que se apagaba fundiéndose con la eternidad.

Vivir abrazando

Otros abrazos nos impulsan y reciben, inaugurando festivales de promesas. Conozco un poeta que brilla en Instagram, Matías Brunori, que cuenta sobre emociones y resoluciones psicoafectivas. Leamos:

La campaña mundial Free Hugs nació el 30 de junio de 2004, por iniciativa de un hombre llamado Juan Mann (seudónimo cuya fonética coincide con one man, un hombre) que comenzó a dar abrazos en el centro comercial Pitt Street, en el centro de Sydney, Australia. ¿La razón de dar abrazos a desconocidos? Según contó el propio Mann, él mismo se había sentido solo, triste y deprimido tiempo antes y por eso buscó «alcanzar y abrazar a alguien para alegrar su vida». La repercusión fue tan grande, que se volvió global y luego otras personas se dieron cita en distintas ciudades para replicar la idea. La desconexión social y la falta de contacto humano facilitaron la creación de escenarios llenos de emoción y encuentro en cada jornada de «abrazos gratis», donde decenas de personas se abrazaron, se miraron a los ojos, rieron y lloraron juntas. Actualmente, el movimiento ofrece maratones de abrazos a desconocidos con el afán de regalar afecto, «para alejar desconfianza, los prejuicios y los problemas personales».

“Ese abrazo de después

de después de la pelea

de después del amor

de después de la distancia

de después de la tarea

ese abrazo…

sabe de amor…”.

En cambio, otros abrazos van como ciegos sin entender: no hay radares que indiquen que el amor va por acá o por allá. Hace poco vi una película cuyo argumento ponía en el centro la desmemoria a la que había sido obligada la humanidad, que transitaba un presente absolutamente pacífico y había dejado atrás la decadencia apocalíptica de un tiempo distópico, en el que el hombre era libre, tan libre que podía elegir a quien amar y a quien odiar…

En ese olvido quedaron enterrados el amor, los conflictos tanto bélicos como interpersonales, la ternura y… los abrazos espontáneos, por ejemplo. Así rodaba esa civilización que intuía con sordina que había algo más allá de esa paz ficticia. Cuando andás anestesiado, es un verdadero desafío elegir entre el libre albedrío y la armonía artificial. Nach, rapero español, dice en uno de sus temas que  “es mejor buscar abrazos / más que guerras”.

¿Todos listos para los abrazos?

Y… no. Cuando estás muy herido, fuiste abusado y tus registros de contacto físico son negativos, un abrazo podría revivir aquellas experiencias de dolor. Hay que prepararse para el abrazo, entrar en confianza, establecer un vínculo. “Yo evalúo mucho a quién se le da un abrazo. No siempre terapéuticamente usamos un abrazo, aunque algunas veces es lo que más necesita una persona. En algunos casos promuevo que lo busque entre sus afectos y que no se prive de dar y recibir abrazos, que son valiosísimos. En los talleres de sanación invito a abrazar, porque es una manera de decir ‘acá estoy, te sostengo, te acompaño, te entiendo, podés apoyarte’, en un abrazo nos unimos más y hay más fuerza”, nos cuenta la doctora Viviana Massot, médica psiquiatra, especialista en psicología médica.

¿Y quién no busca y rebusca en la repetición de los buenos recuerdos ese abrazo que nos ayudó a juntar los pedacitos de nuestra alma rota?

El dolor y la soledad se curan, un poco, cuando hay abrazos que se aparecen como de la nada. Como sociedad argentina, hemos vivido varias tragedias evitables que encontraron un poco de calma cuando la solidaridad expresada en abrazos acudía reuniendo prójimos que estaban sufriendo el desgarro de las pérdidas de sus afectos más cercanos.

¿Sabías que un abrazo produce una explosión hormonal, que esos organismos que abrazan liberan oxitocina, serotonina y dopamina, cóctel esencialmente humano que provoca plenitud y bienestar? Abrazos que sanan.

Cuando las relaciones humanas colapsan y se judicializan —ya sea porque aparece el delito, el abandono, las adicciones, o cualquier otro agente rupturista— la cadena de ternura no existe, todo se enfría, y los que quedan entrampados son los más chicos y vulnerables. 

En este sentido, es oportuno compartir que el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tiene en marcha el Proyecto Abrazar que aspira a “fomentar el vínculo entre niñas, niños y adolescentes alojados en hogares convivenciales de la Ciudad, y personas externas que quieran asumir el rol de referentes afectivos”, según indica desde su página web.

Que exista una propuesta estatal de esta coloratura es una preciosa novedad. Es muy interesante corroborar con los protagonistas, tanto los niños como los referentes afectivos, que la relación amorosa que nace generalmente perdura en el tiempo, aunque aparezca la adopción ya brindando la oportunidad de formar familia. “Nunca sueltes a alguien / sin antes haberlo agarrado bien fuerte / esta paradoja / te permite despedirte / adecuadamente…/ se llama abrazo…” (Brunori).

Abracitos

Durante el embarazo de mi primera hija, concurrí a unas clases de gimnasia donde me enseñaron a respirar, elongar, conocer mi cuerpo. También se ocuparon de remarcar la importancia de abrazar a la pequeña vida que estaba llegando, experiencia que recomiendo cada vez que puedo. ¿Cómo no inculcar a otros lo fundamental de acariciar y abrazar, y repetir y repetir ese delicado ritual de amor que da confianza, cercanía, seguridad, calidez? Y no solo la mamá, obviamente. Un papá que abraza a ese bebé y lo recuesta en su pecho mientras comparten respiraciones y sueños, propicia el intercambio de ternura. ¿Demasiado ideal? Tal ves, pero solo requiere la decisión de conformar ambientes vitales.

“Lo he comprobado:

hay abrazos que sueltan…”

En un oxímoron provocador, Brunori llevó a las palabras el abrazo liberador, el que es ariete, el que no pidió permiso y fue aprontando vínculos que están cuasi predestinados a hacer bien. Los padres buenos, expresión que usa José Martí, sueltan, enseñan a volar a sus hijos, o en palabras de Khalil Gibrán: “Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas, son lanzados”. Y desde una perspectiva de abrazo diríamos: desde un abrazo que impulsa y hacia un abrazo de ternura en cada punto de llegada.

“No subestimes un abrazo. Su falta puede hundir y su presencia rescatar”, insiste Brunori. Cómo ayudan los poetas cuando hablamos de sentimientos, reparaciones, lastimaduras del alma, nuevos despegues. En definitiva, estamos hablando del amor y el desamor con formatos diversos. No vaya a ser que un día nos olvidemos de darlos y seamos desgraciados testigos de la muerte en masa de los últimos agónicos abrazos de este mundo, abrazos desorientados en fuga, tropezando, que acabarán vacíos, sin brazos, ni pechos, ni cachetes, ni miradas, vagando como ríos secos sin ojos ni pies, que se ahogan definitivamente en un desierto de sal.

No. Mejor recordemos tender siempre ese puente de alma a alma.

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